La Independencia de Colombia: olvidos y ficciones. Cartagena de Indias (1580-1821). Por Alfonso Múnera. Bogotá: Crítica, 2021, 274 p.
Francisco Miguel Ortiz-Delgado
Conahcyt/Universidad de Guadalajara
Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades
fmiguelod@gmail.com
https://orcid.org/0000-0003-1300-1275
Hay libros de historia que hablan de temas escabrosos y que también evidencian, de una forma sutil y cuasi-literaria, la relación de esos tópicos con individuos respetados del pasado. La independencia de Colombia: olvidos y ficciones es uno de tales libros, y el tema escabroso del que habla con recurrencia es el racismo y no sólo ello, su autor lo relaciona fehacientemente con el respetado Simón Bolívar y con otros próceres. Tenemos, pues, un interesante y conciso libro escrito por el reconocido historiador colombiano Alfonso Múnera Cavadía (doctor en historia por la Universidad de Connecticut), el cual nos permitirá repensar el pasado de una importante parte del Caribe.
Imagine usted, lector, un libro que de forma amena hable del racismo de los generales Simón Bolívar y Mariano Montilla y que, de forma simultánea, no intente eliminar o deconstruir o hacer revisionismo radical del heroísmo de ambos patriotas. No se tiene que imaginar tal libro, lo tenemos en la mayor parte del texto de Múnera, el cual consiste en una narración sobre el pasado de la ciudad de Cartagena, desde su fundación y hasta unos años después de 1821 (su subtítulo es equívoco pues el autor nos narra y comenta, a detalle, hechos de hasta 1828). El primer tercio del texto (capítulos 1 y 2) abarca sucintamente al periodo colonial de la ciudad portuaria hasta los inicios independentistas, y los otros dos tercios del libro (capítulos 3 a 6 y un epílogo) abarcan las luchas internas y externas de los independentistas cartageneros en el primer cuarto del siglo XIX. Se trata de un libro ameno y, como referí, con una cualidad casi literaria. Es además amigable para los legos en la historia de Colombia o de la magnífica ciudad de Cartagena.
El libro es una gran aportación a la historiografía sobre Colombia. Aún cuando algunos temas no son profundizados, se nos otorga un valioso panorama general sobre el pasado de Cartagena. Es un texto que recomiendo ampliamente a aquellos que no han tenido un suficiente conocimiento sobre la historia decimonónica de América del Sur. Pero también lo sugiero a cualquiera que se quiera aproximar a la historia de la esclavitud y/o de la participación política de los afrodescendientes en Colombia. Para evidenciar el meritorio tratamiento de este aspecto muestro el siguiente contundente fragmento del libro: “El día 4 de febrero [de 1810] negros y mulatos salieron a las calles a apresar a los españoles que tramaban un golpe de estado contra la Junta de Gobierno, dominada por los criollos. Y el 11 de noviembre fue el día histórico en el que hicieron aprobar […] la declaratoria de independencia absoluta” (p. 96).
Ahora me concentro en comentar brevemente los abordajes de Múnera sobre las cuestiones del racismo y la discriminación: desde el capítulo dos del libro el autor nos comienza a hablar del racismo de los blancos de Cartagena, incluyendo el de aquellos que lucharon por la independencia de Colombia. Los blancos anti-españoles también tenían miedo de la igualdad constitucional con los negros, por ello, llamaban a los líderes de éstos “demagogos” y los consideraban jacobinos (p. 97). Los blancos, incluyendo los líderes independentistas, a causa de sus prejuicios, a principios del siglo XIX estaban asustados ante la posibilidad de una verdadera igualdad racial y veían “con horror a una república democrática, en la que negros y mulatos armados estuvieran dispuestos a participar en condiciones de igualdad en las decisiones políticas y a exigir la igualdad social” (p. 98). Y, según el historiador, precisamente esta exigencia tiene como resultado importante la desaparición de la esclavitud en Cartagena durante el XIX: “Una de las consecuencias de la radicalización de la lucha por la democracia de negros y mulatos libres fue la casi desaparición […] de la esclavitud. Debería ser dicho más a menudo: la independencia sirvió también para eso en el Caribe colombiano” (p. 128).
En cuanto al tema del racismo de Simón Bolívar, Múnera provee al lector de varios pasajes reveladores. En primera, nos indica cómo la orden de Bolívar a Francisco de Paula Santander de reclutar cinco mil soldados para la campaña de Magdalena tenía la acotación de que tenían que ser, obligatoriamente, esclavos (negros) porque “en la guerra de Independencia habían muerto mayormente blancos y de seguir así habría un desequilibrio demográfico en el que los negros terminarían dominando el país” (pp. 146-147). ¡Gran miedo tenía Bolívar de que los negros gobernaran!, casi como si ello fuera de lo peor que le pudiera suceder a la nueva nación de Sudamérica. Para Múnera, Bolívar y otros individuos (racistamente) “necesitaba[n] ahora que murieran negros esclavos para equilibrar la población” (p. 147). Asimismo, el autor nos refiere que “Abundan las cartas en las que Bolívar puso de presente sus propios miedos a la acción política de los afrodescendientes, y advertía contra sus resultados en forma por demás ofensiva” (p. 229). En una de esas cartas, del 7 de abril de 1825, Bolívar afirma de modo muy preciso lo que venía “repitiendo desde los primeros días de la revolución”, a saber, que los negros y mulatos eran una “amenaza” porque “constituían una abrumadora mayoría” (p. 231). Pero el autor no termina condenando a Bolívar por su racismo si no que sólo termina preguntando “por qué un hombre de tan altos méritos guerreros e infinita capacidad para el sacrificio, de tan vasta ilustración y talento para la escritura, podía, con la misma pasión que lo hacía todo, escribir cartas ofensivas sobre negros y mulatos” (p. 241).
En cuanto al prócer Mariano Montilla, se nos evidencia que su racismo era sistemático y lo aplicaba en su administración de Cartagena. Por ejemplo, Montilla “no dudaba en aconsejarle a Santander que se fijara en que las propuestas de nombres para los empleos de las rentas de tabaco ‘recaen todas en pardos, a excepción de dos’. ¡Es decir, el solo hecho de ser mulatos le parecía suficiente para objetarlos! Esto en una ciudad donde muy pocos no lo eran” (p. 184). El racismo de Montilla lo terminó llevando a que nunca aceptara al héroe “pardo” Prudencio Padilla como un buen elemento para gobernar al nuevo país, pese a que había compartido batallas con él y pese a que incluso alguna vez había hablado elogiosamente sobre su labor como militar. Ese prejuicio de Montilla hacia Padilla se iría convirtiendo casi en un odio: “En abril 10 [de 1822, pidió] […] que se le permita enjuiciar a Padilla por haber cometido una de las injurias ‘más atroces’ contra otro oficial. Escribió una larga carta describiendo el ‘delito atroz’ del comandante de la Marina que, según denuncia recibida por él, y a la que le concedió total credibilidad, consistió en una golpiza que le propinó a otro oficial” (p. 196), es decir, se trataba de un mero pretexto para poder eliminar a un aspirante a gobernar que no pertenecía a su propia etnia. El autor se adentra en el destino de Padilla y nos relata cómo sería ejecutado, con aquiescencia de Bolívar, seis años después de su primer juicio “político”, en 1828.
El mayor mérito que considero posee el libro es que siendo una “historia general” de Cartagena, de forma reparadora, coloca en el centro de la narración no sólo a los aristócratas que la gobernaron o a los grandes libertadores que la capturaron o liberaron, si no a la mayoría de la población africana que la ha habitado desde el siglo XVI. Y en especial se habla y se reflexiona, con un gran estilo a mi parecer, sobre las vicisitudes del gran general pardo/mulato José Prudencio Padilla, quien tanto sufrió el racismo sistemático heredado del virreinato y, en concreto, quien padeció el inagotable racismo de Montilla. Creo que el objetivo del autor se logra: subsanar aquellos “olvidos” en los que previos historiadores han caído cuando reconstruyeron la historia cartagenera, subsanar el olvido del papel hito-histórico de la población africana cartagenera (y de otras localidades sudamericanas), en la política y en la guerra independista.