Esclavitud africana en la fundación de Nueva España. Por Rafael Castañeda García. Ciudad de México: Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial, Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Nacional Autónoma de México, Colección México 500, vol. 12, 2021, 82 p.
Cristian Rea García
El Colegio de Michoacán
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Esclavitud africana en la fundación de Nueva España. Por Rafael Castañeda García. Ciudad de México: Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial, Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Nacional Autónoma de México, Colección México 500, vol. 12, 2021, 82 p. by Cristian Rea García is licensed under CC BY-NC 4.0
En marco de la conmemoración de los 500 años de la caída de México-Tenochtitlan, la Universidad Nacional Autónoma de México, a través de la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial, en colaboración con el Instituto de Investigaciones Históricas, presenta la Colección México 500 años, la cual se planteó como objetivo acercar al público general y especializado diferentes tópicos de la historia prehispánica e inicios de la etapa virreinal, mediante textos basados en investigaciones rigurosas presentadas en un formato atractivo y de fácil acceso. De los quince volúmenes que componen este lanzamiento, nos referiremos al número 12 que lleva por título Esclavitud africana en la fundación de Nueva España.
El autor de este libro es el historiador Rafael Castañeda García, quien se ha interesado por el estudio de la presencia de africanos en el territorio novohispano a través de las devociones a Santa Ifigenia y San Benito, además de las cofradías, la blasfemia, los tributos, la esclavitud, etc. En este texto conjunta varios de los tópicos analizados en sus investigaciones anteriores con el fin de mostrar los diferentes escenarios de la esclavitud africana en la Nueva España durante el siglo XVI y la primera parte del siglo XVII. Castañeda refiere que la memora histórica tiene una deuda con las poblaciones africanas, argumentando que su texto busca revertir en parte dicha situación, a la par que muestra la complejidad de la esclavitud en el territorio novohispano. Explica que para abordar esta temática se debe ir más allá de las cifras, con la finalidad de considerar las experiencias particulares de los esclavizados, debido a las variaciones en cuanto al sexo, la edad, la ubicación y el ambiente en el que se desenvolvieron, ya fuese en centros mineros, ingenios azucareros, espacios comerciales, el ámbito doméstico, etc.
Lo anterior queda en evidencia al observar la forma en la que Castañeda estructuró su libro, pues propone abordar la esclavitud a partir de lo que podríamos definir como “experiencias” de esclavitud, determinadas por el contexto en el que se desenvolvió el esclavo. Así abre el texto con una introducción, para posteriormente adentrarse en el objeto de estudio, dividido en seis apartados: el comercio de esclavizados con el África Central, la Iglesia y la esclavitud, los centros mineros, la esclavitud urbana, la esclavitud rural, las rebeliones y revueltas, para concluir con un epílogo.
En la introducción y el primer capítulo, el autor pondera la relevancia de abordar la presencia de los esclavos africanos en Nueva España, considerando que por medio del comercio oficial y clandestino se estima que ingresaron por lo menos 150 mil africanos esclavizados desde 1521 hasta 1640, año en que la trata hacia este territorio disminuyó. Antes de esta fecha, la Nueva España fue uno de los principales receptores del comercio de esclavos. Sin embargo, Castañeda argumenta que este trato comercial hizo posible el establecimiento de un vínculo entre la Nueva España con distintas regiones de África. En este virreinato se distinguió a los negros en tres categorías: los bozales, aquellos que arribaron en la primera mitad del siglo XVI y provenían principalmente de África central; los ladinos, negros provenientes de España, Portugal o el Caribe y que fueron formados por la cultura hispana y católica; y los negros criollos, que como su nombre lo indica, se refiere a la población que nació en América.
Al considerar la cantidad de esclavos que ingresaron a la Nueva España, entendemos la magnitud de su presencia en el territorio. En un principio, Castañeda escribe sobre la Iglesia y la esclavitud, acentuando que, si bien esta institución buscó atenuar las condiciones de los esclavos, en realidad nunca se pronunció en contra de esta práctica. Cabe mencionar que la misión evangelizadora en América también consideró a los esclavos, siendo las cofradías de negros un espacio de sociabilidad y consuelo religioso. En el texto se explica que entre los siglos XVI al XVIII la población negra y mulata de Nueva España fundó unas 80 cofradías, si bien estas asociaciones religiosas estuvieron en su mayoría integradas por africanos libres; desde ellas se fomentaba la solidaridad con los esclavos. Los principales santos de estas cofradías fueron Santa Ifigenia y San Benito de Palermo, dos advocaciones de origen africano que podían generar cierto sentido de identidad entre la feligresía negra. Finalmente, pese a que la Iglesia desatendió a los negros y los mulatos, fungió como un espacio donde los esclavizados pudieron expresarse y sociabilizar.
Castañeda indica que la población esclavizada africana fue destinada principalmente para trabajar en dos sectores económicos en el siglo XVI: la minería y la producción azucarera. Con el establecimiento de varios centros mineros, fue necesaria su mano de obra, debido a que, como una protección a los indios ante las pésimas condiciones de trabajo en las minas, la corona española favoreció el empleo de esclavos africanos en este sector. Cabe mencionar que estos esclavos trabajaron principalmente en las haciendas de los centros mineros y pocas veces fueron operarios al interior de las minas; sin embargo, las condiciones en estos lugares eran duras. La temprana presencia de negros en estos lugares provocó que el mestizaje fuera más inmediato y acelerado con respecto a otros sitios.
En el caso del espacio urbano, éste se constituyó como el epicentro del mercado de esclavos africanos, donde destacaron la ciudad de México, Puebla, Toluca y Guadalajara. Su precio variaba según diversas circunstancias: la región de la que provenían, si eran criollos o naturales, su sexo, su edad, su condición física, la situación del comercio, la temporalidad y región de compraventa; en síntesis, lo que determinaba el valor del esclavo era la productividad que podía generar mediante su trabajo. Muchos de estos esclavos fueron empleados en los obrajes, donde las condiciones laborales influyeron en la alta mortalidad. Otro espacio de trabajo fue el ámbito doméstico, donde la remuneración que podía obtener el dueño por el trabajo del esclavo fue secundaria, ya que se trató más bien de una cuestión de estatus social y de satisfacer las necesidades de los amos. Dentro de esta área predominó la presencia femenina, donde los individuos se entregaban en cuerpo y alma al servicio de sus amos, siendo en algunos casos considerados parte de la familia. La labor de la crianza que realizaron las esclavas africanas con los hijos de sus amos permitió que se pudieran generar lazos afectivos, además de fomentar los intercambios culturales.
En cuanto los espacios rurales, los esclavos fueron destinados en su mayoría a las plantaciones azucareras. Allí las condiciones laborales fueron sumamente duras debido al clima húmedo, las altas temperaturas y las jornadas intensas de trabajo. Esta situación provocó que en diversas ocasiones los esclavos buscaran fugarse o se resistieran a seguir laborando. Ante ello, los amos buscaron dar castigos ejemplares con la finalidad de evitar que dichas situaciones se repitiesen. El alto grado de violencia que se ejercía sobre los trabajadores fue una de las características de los ingenios azucareros, lo que queda de relieve con los ejemplos proporcionados por Castañeda.
A lo largo del libro son recurrentes los señalamientos sobre las difíciles situaciones por las que atravesaban los esclavos africanos, por lo que el autor reflexiona en un último apartado sobre las rebeliones y revueltas de este sector, argumentando que “proliferaron las expresiones de resistencia al trabajo forzado” (p. 65). Ello viene acorde con el concepto de resistencia que permeó durante esta conmemoración por los 500 años. Castañeda argumenta que la geografía del territorio novohispano favoreció la huida de los esclavos, pues las cuevas y montañas fueron lugares donde se podían refugiar y esconderse de sus amos. Aquellos negros esclavizados que huyeron a las montañas fueron conocidos como “cimarrones”. En algunas ocasiones estos individuos se agruparon y establecieron pequeñas comunidades denominadas palenques. Ejemplifica lo anterior con el caso del movimiento cimarrón de Yanga, el cual, tras una negociación con las autoridades virreinales, consiguió el reconocimiento de libertad de los pobladores de su comunidad, siendo un acontecimiento de sumo interés histórico.
Además de lo anterior, en distintas ocasiones existieron conjuras y planes de revuelta por parte de los esclavos, como la de 1537, 1608-1609 y 1612, cuando existió incluso la elección de reyes, lo que demuestra la determinación de los esclavos por alcanzar su libertad, hasta el punto de proyectar el conformarse como una entidad soberana bajo su propio régimen. Estas situaciones provocaron que los esclavos tuvieran restringido el contacto e interacción entre ellos, debido al temor que ocasionaba una probable conspiración en contra de los amos.
Castañeda logra su propósito al mostrar en pocas páginas la complejidad de la esclavitud africana en Nueva España, en gran medida gracias al amplio conocimiento que el autor tiene sobre el tema, además de los múltiples ejemplos que emplea para sostener sus argumentos, lo que vuelve la lectura amena y de fácil comprensión. Claro está que este es un vistazo general a la temática, que funciona como una introducción, aunque por la naturaleza del texto se omiten cuestiones de fondo a las que estamos acostumbrados en textos especializados, como la óptica desde donde se aborda (historia política, social, cultural etc.), las fuentes y la metodología aplicada a ellas. Sin embargo, se observa un enfoque sociocultural en el texto. En cuanto a las fuentes, existe un pequeño apartado general de bibliografía, no obstante, hubiese sido oportuno mencionar de forma breve la procedencia y la naturaleza de los documentos en los que fundamenta su estudio, sobre todo en los casos que ejemplifica, con el fin de proveer al lector de los materiales para su posible consulta y redondear el carácter introductorio del libro.
La obra de Castañeda y, en general, la Colección México 500, recuerda que la divulgación de las investigaciones históricas entre un público más amplio resulta imperativa, sin dejar de lado el rigor con el que se debe escribir cualquier texto histórico. Tal y como lo mencionó el propio autor, su texto contribuye a visibilizar a este grupo, siendo una invitación a adentrarse en la compleja presencia africana y su impacto en la sociedad novohispana.